Matadragones by William King

Matadragones by William King

autor:William King [King, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2000-01-01T05:00:00+00:00


OCHO

Hacia las montañas.

Félix marchaba con paso cansado por el sendero de montaña. La cota de malla le pesaba y le producía una sensación extraña después de ponérsela por primera vez en muchos días, aunque se alegraba de tenerla. En aquellas montañas había orcos, y quería contar con la máxima protección.

Delante de él iban Oleg y Standa. Flanqueaban a Ulrika, que hacía caso omiso de él. Había aceptado sus disculpas por la borrachera, pero volvía a mostrarse mohína. Bueno, al menos la muchacha había decidido ir con él hasta el punto en que el camino y el Urskoy se separaban. Todos los kislevitas llevaban armaduras de cuero y arcos. Observaban las laderas de la montaña con desconfianza, a pesar de que se suponía que el paso de los Picos era territorio seguro, y Félix supuso que el mero hecho de estar en las montañas los ponía nerviosos. A fin de cuentas, su tierra natal eran las planas llanuras de Kislev, y estaban más habituados a ir a lomos de un caballo que a pie.

Justo detrás de ellos avanzaba Max Schreiber, que se apoyaba en un pesado báculo de madera de roble. Con los nuevos ropones de brocado dorado y amarillo hechos a medida en la ciudad, Max constituía una figura gallarda. En aquel lugar parecía estar incómodo y no dejaba de estudiar el sendero, como si esperase una emboscada en cualquier momento. Félix comprendía demasiado bien su temor. Los rumores que corrían por Karak-Kadrin no hablaban sólo del dragón, sino también de orcos y goblins sueltos por las montañas. Félix ya había luchado antes contra los pieles verdes y no le gustaba la perspectiva de otro encuentro con ellos.

Echó una mirada por encima del hombro para tranquilizarse. Cuando partieron de la ciudad, le asombró ver que habían reunido acompañantes. Cuatro nuevos Matadores se habían unido a la partida. Steg lo había hecho, tal y como le había asegurado en la taberna La Puerta de Hierro. Había estado acechando en la puerta principal de Karak-Kadrin en el momento en que salieron. Ulli, el jactancioso joven Matador, les había dado alcance cuando ya habían avanzado unos cuantos centenares de pasos por el camino. Un enano repulsivamente feo, llamado Bjorni Bjornisson, había saludado a Ulrika con una impúdica sonrisa de reconocimiento y había solicitado permiso para unirse a ellos. Como nadie le contestó, pareció tomarlo por un asentimiento y continuó avanzando junto al resto. Media lengua más tarde le dieron alcance al enano que Félix había visto en el templo de Grimnir, y que llevaba un martillo. Parecía saber quiénes eran, y apresuró el paso para mantenerse en vanguardia.

Gotrek avanzaba con el ceño severamente fruncido. Llevaba el hacha colgada de un hombro y parecía esforzarse todo lo posible por hacer caso omiso de sus compañeros. Snorri Muerdenarices rio entre dientes cuando Bjorni Bjornisson vociferó el verso nonagésimo séptimo de una canción obscena que hablaba de un Matador, un troll y un convento lleno de monjas de Shallyte, entre otras cosas. Bjorni cantaba en el



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